Capítulo 3 - Una noche terrestre


La luz de las farolas de la calle no llegaba hasta ese rincón escondido detrás de un patio. Aprovecharon un charco escondido para instalarse y mutar. Flores de colores extrañísimas, a primera vista, como mínimo, extraterrestres. De vez en cuando pasaba alguien, entonces detenían su rumbo, quietas o simulando el vaivén de la brisa. Allí lejos estaba el objetivo, alguien había dejado una música sonar, apenas un hilillo de sonido que se escapaba por la rejilla de un auricular. Cruzar la carretera y trepar por la fachada eran los dos últimos tramos y lo de ser florecillas ya no les entusiasmaba ni divertía, así que se extendieron por el asfalto como una enorme sombra, bien podría haber sido la sombra de una nube.

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